Vivo sin vivir en mí

Cuando vives tu vida como si fueras una mera observadora, la sientes como si no fueras la protagonista de la misma y además solo eres capaz de recordar la sinopsis de cada capítulo que forma parte de tu historia. ¿Será la disociación esto de lo que hablan?

Olvidas el pasado cercano, el día a día, el pasado más remoto y solo te quedas con un breve resumen de lo que ha sido. Un concepto general, sin elementos concretos, sin historias que contarle a tus nietos (los cuales, por cierto, no tendrás porque para eso primero hace falta tener hijos…)

La vida se compone de momentos, de etapas, de instantes, de historias… pero qué pasa cuando todo esto casi desaparece en tu mente y se vuelve un amasijo de información, de emoción, de sentimiento y no eres capaz de recordar tu primer polvo, el primer día de cole, de instituto o de universidad… Como conociste a tus mejores amigas, a tus parejas o qué pasaba en tu infancia.

La vida te debora por momentos y tu cerebro no sabe hacer otra cosa que enterrar y seguir. Es la forma en que ha aprendido a sobrevivir, a salir adelante y hasta hacerte sentir, que para toda la mierda que hay a tu alrededor, hasta puedes «inventarte» tu felicidad. Lo llevas razonablemente bien.

Sé que vivo. Sé que disfruto de muchas cosas (aunque al nada las olvido). Sé que saco muchas fotos, para de alguna manera luego reconstruir mi historia… Sé que soy fuerte, y hasta para algunas personas, incluso referente… ¡Qué horror! No quiero ser ejemplo de nada, no puedo serlo ni creo que debiera serlo. Qué pereza. Qué responsabilidad. Pesa.

Mi cerebro en muchas ocasiones es quien toma las decisiones por mí, no soy la responsable, ni consigo tener el control del mismo.

En ocasiones soy dura, excesivamente racional y anular la emoción es lo que me hace permanecer, poder ser apoyo para otras y sostén para algunas.

Mediar. Qué bonito suena, ¿verdad? Pues no, no lo es. No lo es cuando ha sido tu principal papel en la vida, cuando has centrado la mirada en otros y no en ti. Cuando las cosas que te pasan, dejan de importarte y siempre pones por delante el bienestar de otros al tuyo propio, aunque en muchos momentos luchas por ser egoísta. Lo consigues. Y te sientes mal por darte demasiada importancia, así que vuelves a esconderte y a centrar tu atención en lo de afuera, cuando eres plenamente consciente de que lo importante está en ti. De que tu mirada debería estar en ti.

Demandas atención, un momento. Escupes todo lo que pasa por tu cabeza como forma de ayudarte a procesarlo a ti misma, poniéndole voz. Escuchándote en alto. Eres protagonista de tu vida por ese instante en que toda la mierda está saliendo por tu boca, pero luego eres incapaz de recordarlo. Tus amigas son tu memoria, tu vida, tu apoyo, tu sostén, referente, amor, abrazo, cuidado…

Llevas tiempo pensando en escribir un libro, tomando pequeñas notas, ¿Pero cómo vas a conseguir integrarlo todo sin recuerdos concretos, solo con pequeñas sinopsis de tu vida, con anotaciones inconexas de historias que de alguna manera sabes que te han marcado…? Pero siempre sobrevuela la idea de que te lo estás inventando, porque en tu cabeza todo se difumina y no hay un recuerdo concreto, no puedes describir un momento, un entorno, una circunstancia o un suceso, que a veces hay quien hasta cuestiona que realmente haya sucedido. Y tú misma dudas, ¿Esto ha pasado? ¿Lo he soñado? ¿Me lo estoy inventado?

Son las 5 de la mañana. Estoy en cama. Escribo en mi bloc de notas del móvil. Escribir siempre me ayuda en los momentos más convulsos de mi historia. Esa historia en la que sí soy la protagonista, aunque no lo sienta así.
Escribir me calma. Me ayuda a sacar otra fotografía de un momento concreto para luego recordar. O al menos, intentarlo.

Pasa el tiempo, me releo y no reconozco mis propias palabras. Me sorprendo pero en el fondo, de alguna manera me identifico, porque sé que soy yo, aunque no me reconozca. Al igual que cuando vemos una fotografía de la infancia y no nos identificamos con la imagen que vemos todos los días en el espejo, pero sabemos que somos nosotras, que fuimos nosotras, aunque ese artículo es un reflejo de otro momento.

Escribir me ayuda.
Me ayuda a entenderme, a procesar y a intentar hacerme entender.
Expulso lo que me sale del interior a borbotones. Todo seguido. Sin masticar. Sin digerir. Sin filtros.
Aunque luego no lo recuerde, sé qué pasó. Ahí está y ahí queda.

Días difíciles, días para olvidar, ¿O no? Quizá deberían de ser de esos pocos que tu mente no borra, aunque los difumine.

Me doy una vuelta e intento seguir durmiendo. Quedan 3 horas.