Como continuación a mi primer artículo tengo que decir que hay otra forma de pasar la noche en blanco, al menos en mi caso. Y ahora ya no sé decidirme por cual de ellas es peor… La noche en el trabajo! El trabajo en un servicio 24 horas es lo que tiene.
Mientras el resto de la gente duerme, tú te tienes que mantener en vela, pendiente de todo lo que pueda pasar, en un pequeño estado de alerta. No tienes a penas trabajo, pero no puedes dormir. Te encuentras frente al ordenador, y no tienes nada que hacer. Ves un rato la tele, atiendes alguna llamada, y pasan las primeras horas de la noche. Se acaba la programación, son las 3 de la mañana y sabes que todavía te quedan 5 horas por delante. Las fuerzas empiezan a decaer, y ya no sabes que hacer para mantenerte despierta… Estás sola. Sola en la oficina, despierta y sin nada qué hacer. Solo mantenerte despierta, y atender alguna llamada puntual. Te metes en redes sociales, ves videos en youtube, lees periódicos… pero después de tantas noches, te quedas sin ideas y ya no sabes ni que ver, ni que leer, ni a qué jugar. Te pesan tanto los ojos, que no puedes coger el libro que tan ameno te pareció la noche pasada… Y el nivel de desesperación va en aumento. Decides levantarte un rato, das un par de vueltas alrededor de la mesa, y te vuelves a sentar. Tampoco tienes mucho margen de maniobra, teniendo en cuenta que no puedes abandonar tu puesto de trabajo en ningún momento, pues quedaría el puesto desatendido. Toda la responsabilidad recae sobre ti, pero ya solo puedes pensar en dormir… Tratas de ponerte un poco cómoda, y justo cuando cierras un ojo, suena el teléfono. Atiendes y vuelves a coger la postura.
Son las 6 de la mañana, suena la alarma del móvil avisándote de que tienes que realizar una llamada. Sabes que ya solo te quedan dos horas, pero en esa situación, te parecen una vida. Y cuando por fin dan las 8 en el reloj, llega la odisea de arrastrarte a tu casa: llega a la parada del bus, espera a que llegue (este ciudad no destaca por su “gran transporte urbano”), coge el bus, lucha durante 15 minutos por no quedarte dormida y pasarte de parada. Cuando por fin llegas, arrástrate nuevamente (este vez cuesta arriba) hasta tu casa. Entra, saluda al gato, comprueba que tenga comida, y llega hasta la cama. Son las 9. Plena luz del día, pero ni eso ni nada, puede evitar que caigas rendida y no amanezcas hasta pasadas al menos 8 horas.